¿Se debe temer a la inteligencia artificial?
Anunciada como la inminente gran revolución tecnológica, la inteligencia artificial (IA) y su aplicación en campos cada vez más amplios, suscita tanta inquietud como entusiasmo. A los partidarios de lo segundo, los convencidos de que la IA ayudará a resolver la mayoría de los problemas a que se enfrenta la humanidad (creando de paso algunos nuevos multimillonarios), son muchos los observadores que se oponen debido a los riesgos aún desconocidos que representan las máquinas capaces de pensar y actuar infinitamente más rápido que los humanos.
Sin embargo, tal como señala en The Conversation el profesor de inteligencia artificial de la Universidad de Bath (Reino Unido) Nello Cristianini, «ninguno de los escenarios mencionados» -ya vengan de expertos o de empresarios del sector– «parece marcar un camino específico hacia la extinción humana. Esto significa que nos quedamos con una sensación de alarma generalizada sin ninguna acción posible que emprender». Una postura que comparte Christopher Wylie, el denunciante del escándalo de Cambridge Analytica, en el artículo que publicamos esta semana.
En la misma línea, en un artículo publicado en New Scientist (por suscripción), Mhairi Aitken, investigadora en ética del Instituto Alan Turing, considera que estas advertencias apocalípticas «infunden temor porque desvían decisivamente el debate sobre las consecuencias de la inteligencia artificial y su desarrollo responsable”.
Profundamente arraigada en el imaginario colectivo, esta idea «se insinúa ahora en el ámbito político y regulatorio. Y esto es preocupante», añade, «porque las pruebas que respaldan las tesis alarmistas son prácticamente inexistentes y no resisten un examen minucioso”. Aitken considera que el objetivo de estas alertas no es otro que el de «desviar las peticiones de transparencia y suprimir el debate sobre las responsabilidades de los promotores».
¿Dónde está Europa a todo esto? Por una vez, la Unión Europea abordó la cuestión de la IA con bastante rapidez, desarrollando una normativa -la Ley de Inteligencia Artificial– que debe entrar en vigor en 2024 y «que prevé clases de riesgo para las cuales los procedimientos de certificación a cargo de los productores son más severos a medida que aumenta el riesgo», explica Francesca Lagiola, investigadora de los departamentos de derecho e ingeniería de la Universidad de Bolonia y del Instituto Universitario Europeo, en una entrevista con Annamaria Testa para Internazionale. «Las clases de riesgo deben garantizar los niveles de fiabilidad y seguridad de un sistema mediante controles y procedimientos previos de cumplimiento y certificación, es decir, antes de que estas tecnologías se comercialicen y utilicen y antes de que se produzcan daños», añade, al tiempo que advierte de la principal limitación de este sistema: “los productores podrán autoevaluar el cumplimiento de los estándares de los sistemas de alto riesgo”.
También para Internazionale, Francesca Spinelli entrevistó a Caterina Rodelli, analista de Access now (organización que defiende los derechos civiles digitales) sobre las deficiencias de la Ley de Inteligencia Artificial. Rodelli pone de relieve que los mecanismos de recurso de los sistemas de alto riesgo no prevén que las organizaciones de interés público presenten un recurso en nombre de un individuo, «ya que las autoridades temen verse desbordadas por acciones legales» iniciadas por las ONG. El texto actual, añade, «excluye también de la categoría de alto riesgo los sistemas de previsión de los movimientos migratorios, muy populares tanto entre los gobiernos decididos a bloquear la llegada de solicitantes de asilo y de ‘migrantes irregulares’ como entre las organizaciones activas en el ámbito de la acogida». Por su parte, unas sesenta organizaciones de defensa de los derechos humanos publicaron en la plataforma Liberties una carta abierta dirigida a los legisladores europeos para pedir que la Ley de Inteligencia Artifical «adopte unas garantías sólidas para proteger los propios cimientos sobre los que se sustenta [la] Unión Europea». La utilización abusiva de los sistemas de IA, en particular su despliegue opaco y nada responsable por parte de las autoridades públicas”, afirman, “constituye una grave amenaza al Estado de derecho y la democracia”.
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Traducido por Rafael Aparicio Martin