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Sociedad civil y extrema derecha: la historia de dos Polonias

Muchos polacos y europeos respiraron aliviados tras las elecciones parlamentarias de 2023 en Polonia. Aunque ninguno de los partidos abiertamente opuestos a Ley y Justicia obtuvo el mayor número de votos, los votos combinados de la Coalición Cívica, la Tercera Vía y la Alianza de la Izquierda les permitieron formar un gobierno de coalición. El partido de Jarosław Kaczyński vio así truncadas sus esperanzas de lograr un tercer mandato consecutivo. Donald Tusk, líder de la Coalición Cívica y actual primer ministro, convocó el 15 de octubre «uno de los mejores días de la democracia polaca» y afirmó que los polacos habían «ganado la libertad, […] recuperado nuestra Polonia«. Los medios de comunicación extranjeros también interpretaron este cambio de guardia como una señal de esperanza en lo que se consideraba una elecciones cruciales no sólo para el país, sino para toda la región, que se había visto más directamente afectada por la invasión rusa de Ucrania.

A medida que el polvo se asentaba y el nuevo gobierno se ponía manos a la obra, quedaba más claro que nunca que la extrema derecha había llegado para quedarse. A pesar del cambio de enfoque de Varsovia en las relaciones diplomáticas e internas, marcado por un descenso casi inmediato de la incitación al odio que había empeorado significativamente el bienestar de las minorías (el las últimas investigaciones muestran un aumento de las tasas de suicidio desde la introducción de las llamadas «zonas libres de LGBT» en algunas ciudades polacas), aún queda mucho trabajo por hacer por parte de los actores de la sociedad civil para ahuyentar sentimientos que podrían debilitar la frágil nueva estabilidad de los últimos meses.

Límites, fronteras, simpatías

Ciertas cuestiones están ya en el horizonte y, si el nuevo Gobierno no las aborda en los próximos meses, podrían ser fácilmente explotadas por partidos de extrema derecha como Konfederacja (Confederación). Uno de ellos es el cambio de actitud de los polacos hacia los ucranianos. Según las últimas encuestas, el entusiasmo inicial por su presencia permanente en el país se ha enfriado significativamente, y el 50% de los polacos de entre 18 y 49 años responden negativamente a la posibilidad de que los ucranianos permanezcan en Polonia durante muchos años. Aunque las razones de este cambio son complejas -desde la incertidumbre sobre el desenlace de la guerra en Ucrania hasta la sensación de que no se han reconocido los esfuerzos de la población por acoger a anteriores oleadas de refugiados-, los políticos y las ONG deberían prestar especial atención a estos sentimientos, ya que pueden traducirse en tendencias políticas más amplias.

Polonia.

Varios grupos también están utilizando este sentimiento antiucraniano para conseguir apoyo para las protestas de los agricultores, intentando crear un movimiento antieuropeo más amplio en torno al argumento de que el acuerdo de libre comercio entre Ucrania y el bloque está perjudicando activamente a la agricultura europea. Hace poco, por ejemplo, los diputados de Konfederacja y de Ley y Justicia permitieron la entrada de manifestantes en el Parlamento polaco, mostrando su apoyo no tanto a la oposición de los agricultores al grano ucraniano, sino al Trato Verde Europeo, cuya cancelación es otra de las demandas del movimiento.

Además, la protesta de los agricultores debe verse como una de las muchas expresiones de ansiedad por la creciente crisis del coste de la vida, que, unida a las consecuencias del cambio climático, no desaparecerá pronto. Preocupantemente, la respuesta de los sucesivos gobiernos a estos problemas parece haber sido en gran medida insatisfactoria y lenta, a pesar de las advertencias de muchos actores no estatales como ONG, académicos y grupos informales. Quizá el mayor cambio en Polonia durante la última década haya sido la increíble agilidad de sus ciudadanos a la hora de responder a las sucesivas crisis políticas. Este cambio debe ser tomado en serio por los partidos políticos. De hecho, puede resultar ser la mayor esperanza de Polonia de cara a futuros retos.

Activa, preocupada, agotada: la sociedad civil en Polonia

«Cabe destacar el rápido desarrollo de la sociedad civil en Polonia desde 2015», afirma Agnieszka Jędrzejczyk, periodista de OKO.press, uno de los principales medios de comunicación del país. «No se trataba sólo de protestas populares, que requerían organización y confianza, sino también de actividades de entidades más grandes que apoyan la participación cívica en el debate público». A los observadores de las numerosas protestas y actividades de los polacos en la última década les resulta difícil discrepar. Los polacos han desarrollado una nueva forma de entender el compromiso cívico, tanto a través de manifestaciones callejeras masivas -contra la prohibición casi total del aborto en 2016 y 2020, y contra los cambios en el poder judicial en 2017 – como a través de la respuesta inmediata, basada en el voluntariado, a los cientos de miles de refugiados que entraron en el país tras la invasión rusa de Ucrania.

Por primera vez desde 1989, personas que antes se consideraban apolíticas o despreocupadas por la política tomaron conciencia de su propia agencia como ciudadanos. Recibieron una educación de alta velocidad sobre sus derechos, libertades y los límites de su propio activismo, ya fuera como voluntarios en la frontera polaco-bielorrusa, protestando contra los llamados «homofobuses» (camiones que circulan por las grandes ciudades polacas, difundiendo discursos homófobos y de odio), u organizando puntos de acogida de emergencia en las estaciones de tren a finales de febrero de 2022.

Estas actividades se llevaron a cabo independientemente de cualquier poder político central o política «dominante». Ahora, como han demostrado las elecciones de 2023, algunas de las mismas personas que eran nuevas en el activismo entraron en política, principalmente a nivel local.

«Aquí es donde aplican lo que han aprendido y hacen que otras personas se interesen por la vida pública. Muchos ciudadanos antes activos se pasaron a la política local por esta vía, y ahora idean o utilizan soluciones legales para afrontar nuevos retos», observa Jędrzejczyk. Por el momento, no es que muchas de estas formas de participación política hayan penetrado en la «corriente dominante», pero hay algunos primeros ejemplos de tales procesos.

Quizás el más interesante sea el de Michał Kołodziejczak, antiguo líder del movimiento de agricultores AGROunia (a menudo considerado populista), ahora viceministro de Agricultura de Polonia. Sólo el tiempo demostrará hasta qué punto personas como él trajeron el cambio al país y contrarrestaron a la extrema derecha. 

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